Por Wilson Tapia Villalobos.-
La xenofobia me parece una de las peores manifestaciones humanas, aun reconociendo que somos animales. Pero nos vanagloriamos de nuestros conocimientos y avances en áreas tan deslumbrantes -y por lo mismo a veces aterradoras- como la ciencia, que nos alejan de los orígenes. Es cierto, hemos avanzado, pero a diferencia de los hermanos que dejamos atrás, esa misma sofisticación ha exacerbado nuestra barbarie. Ya van dos guerras mundiales, con decenas de millones de muertos, dictaduras que dejan heridas sociales incurables y miles de torturados, desaparecidos, muertos. Y, día a día, algunos somos testigos impotentes de las arbitrariedades, atropellos, explotación, hambre provocados por un sistema económico que exacerba el dominio de unos pocos y la sumisión de la mayoría.
Lo que acabamos de ver en días pasados en el Norte de nuestro país es dolorosamente vergonzoso. La reacción de que hemos sido testigos frente a migrantes, en su mayoría venezolanos, que llegaron de manera ilegal tratando de darle un nuevo rumbo a sus vidas, demuestra falta de sensibilidad y carencia de empatía. Las imágenes de la televisión dieron cuenta, incluso, de la quema de una carpa con todas las escasas pertenencias de una familia. Hasta una bicicleta de niño se ve que es lanzada por un hombre a la hoguera.
Detrás de esta actitud hay una base ideológica. Quizás no es comprendida cabalmente por todos quienes la transforman en acción, pero sus impulsores saben perfectamente lo que pretenden. Creen en que hay que resguardar la pureza del linaje de nuestra raza. Como si los chilenos no fuéramos el resultado de la multiplicidad de cruces de exponentes de distintas etnias y culturas. Es una actitud que expresa el temor a perder algo que nunca tuvimos, porque incluso nosotros somos descendientes de quienes arrebataron esa pureza a los aborígenes, habitantes primigenios de estas tierras. Y tal actitud es impulsada por el pensamiento conservador. Por eso es que José Antonio Kast, el presidente del ultraderechista Partido Republicano, pide el cierre de las fronteras a los migrantes.
Ese es el pensamiento de un extremo político ¿pero qué piensa es resto del arcoíris? ¿El centro no tiene nada que decir? ¿La izquierda carece de opinión al respecto? Muchos de los que participaban de esas ideologías debieron salir del país durante la dictadura cívico-militar de extrema derecha que encabezó Augusto Pinochet, y fueron recibidos en Venezuela, entre otros países de América Latina. ¿Ya olvidaron la amistad y el cariño que les prodigaron? ¿O su silencio se debe a que el jefe del gobierno venezolano, Nicolás Maduro, exhibe una orientación izquierdista? Si es así, es conveniente aclarar que la mayoría de los venezolanos que salen de su país no lo hacen por razones políticas, sino por la falta de puestos de trabajo que les permitan solventar los gastos familiares. Y en este punto es necesario señalar que los problemas económicos de Venezuela no se deben a la inoperancia de la administración actual, sino, esencialmente, al acorralamiento que sobre Venezuela ha impuesto el Banco Mundial y otros organismos internacionales en que los Estados Unidos juega un papel hegemónico.
Frente al silencio de la izquierda, Kast muestra mucho más coherencia ideológica.
Sí, la xenofobia es una de las peores manifestaciones humanas. Y su expresión es de los signos más claros de ignorancia y brutalidad que puedan exhibirse. Pero es aún más grave cuando la Administración de un país no da muestras de sensibilidad frente al problema, porque es una forma de exacerbarla. Y es lo que ha ocurrido en el Norte.
Existe inoperancia del Gobierno, pero también una soberbia que lo lleva a acciones absurdas. La administración del presidente Sebastián Piñera rechazó la oferta de organismos internacionales. Le ofrecían construir un edificio cuya magnitud permitiera acoger a los miles de migrantes que llegan al país por la frontera norte. A cambio, nada se ha hecho para resolver el problema tan humano de no tener un espacio seguro donde vivir.
Y, finalmente, hay que agregar que los migrantes no sólo traen problemas, sino también soluciones y aportes culturales que todas las sociedades necesitan.