El
mes de septiembre ha sido testigo de hechos relevantes en nuestra
historia pasada y reciente, alguno que próximamente nos permitirá un
largo y alegre feriado y otros que nos llamarán a la reflexión y
recuerdo como lo serán el 11 de septiembre y la interrupción armada del
gobierno legítimo del Presidente Allende.
La
historia, aquella que algunos no la quieren en los planes de estudio,
la memoria que otros quieren (o prefieren) olvidar, el horror de una
dictadura que, muchos aún, se niegan a reconocer, pondrán a prueba, como
cada año, nuestro derecho a pensar diferente, a recordar y porque no a
soñar con un mundo mejor.
Han
pasado 46 años y muchos de los protagonistas, vivos aún, no estamos
por “dar vuelta la página” como nos piden algunos sectores, no, queremos
conmemorar a los nuestros, queremos verdad, justicia (como no),
reparación pero también exigimos no olvidar.
El
proceso de “recuperación democrática” tuvo, sin duda, muchos frentes
de lucha, combate o como quieran llamarlo. Hubo actores relevantes en
lo político, en lo social, en lo cultural y en la defensa de los
derechos humanos.
También
hubo miles, que están invisibilizados, que se la jugaron en el
sindicato, en el liceo o en la universidad, en el campo o en la ciudad…
en Chile y en el exterior… Hace apenas un par de días, se reconoció a
dos importantes dirigentes sociales: Ricardo Barrenechea y Antonio Deij,
ambos con severos problemas de salud.
Ese
hecho me motivó a escribir un par de líneas para relevar no sólo el
valor de la personas, sino de algunos lugares que se transformaron en
verdaderos sitios de resistencia cultural y en los cuales artistas,
poetas, cantores populares, payadores, en peñas o encuentros musicales
favorecieron la lucha anti dictatorial.
El
rol de sociedades mutualistas como la Lorenzo Arenas, Carpinteros y
Ebanistas, Martínez de Rozas, Pedro de Valdivia entre otras; el Colegio
Médico, los Sindicatos Petrox y de Suplementeros, el del Cuero y el
Calzado, la Casa Azul en Talcahuano, etc. contribuyeron a la
organización de verdaderos núcleos de defensa de la cultura y la
democracia.
Luego,
los lugares de en que funcionaron la Vicaría de la Solidaridad, la
Comisión Chilena de DD. HH. o el CODEPU que cobijaron a las víctimas de
la represión, las organizaron y llenaron de esperanza a mujeres,
jóvenes, agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos, de ex
presos políticos, de exiliados, exonerados y relegados… no se pueden
olvidar.
Y
qué hablar de las Parroquias que con sus sacerdotes al frente que
fueron focos de resistencia espiritual y física. Baste sólo recordar al
Padre Carlos Puentes de la Parroquia Santa Cecilia de Talcahuano o la
Parroquia Universitaria enclavada en un centro neurálgico de la lucha
estudiantil.
Rescato el carácter amplio, unitario y sin sectarismos con que se trabajaba en esos lugares… ¡qué lejos estamos de eso hoy día!
Ojalá
que los que estiman que el fin de Pinochet sólo fue obra de los
partidos políticos o de una “cocina” con ingredientes militares conozcan
que si bien la historia la escriben “los de arriba”, la hacen “los de
abajo”, que con su trabajo a veces invisible van creando condiciones
incluso para derrotar a una dictadura.
GABRIEL REYES ARRIAGADA